Sin objetivos no existe el éxito, ya que sirven como parámetro de medición ante acciones relativas a una labor específica.  Estos deben tener tres características principales: Claros, medibles y alcanzables, citadas en la entrada de blog anterior (VER). Nacen del resultado de un análisis individual en donde se conjugan los sueños y la realidad para extraer el producto terminado llamado objetivos financieros.

Sin embargo estos no están divorciados de los objetivos de vida. En otras palabras, no puede haber un objetivo  para la vida y otro para las finanzas, sino que uno engloba ambos aspectos.

Cómo se elaboran los objetivos

Elaborarlos es cuestión de visualización. Que no es más que proyectar un futuro deseado, en donde se escenifican una serie de condiciones determinadas, como por ejemplo: tener una vivienda, ser empresario, adquirir un nuevo vehículo, etc.

Ahora, la importancia del análisis individual es que en este se va a tomar en cuenta, la realidad actual y cuáles son las estrategias necesarias para lograr los objetivos financieros. Sobre la base de este análisis es que se podrán enmarcar las tácticas relativas a obtener resultados de éxito.

Por lo tanto, este proceso no debe ser tomado a la ligera. Ya que a partir de las conclusiones de éste análisis es que se accionará en consecuencia. Recordando la entrada que precede a esta (VER), la definición de objetivo sugería dos momentos distintos, uno de entrenamiento y otro de realidad. En el primero se crear el hábito y en el segundo para que la persona accione acorde lo que practicó.

De manera que hay que sentar las bases de la cultura financiera (entrenamiento) para luego dar paso a la conducta financiera (acción) que evidenciará todo lo practicado con anterioridad.

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